Mi casa prestada
Hace más o menos un año tuve que dar una descripción de mi casa, puse “departamento prestado, dos recámaras, sala comedor baño cocina. Colonia popular no muy lejos del centro de Puebla. El departamento es de mis padres”. Con un poco de tristeza cerré el sobre que guardaba, además de esta descripción, una solicitud de beca para mi hijo. No se la dieron. Me expresé dramáticamente y mal de mi casa en vano. Ni hablar. Hoy tengo otra oportunidad para contar todo lo que ha vivido esta casa que, por sus años, ha vivido más que yo. Antes 1993 la imagino en un vacío, luego una familia de matemáticos llegó a habitarla. Yo era la más pequeña, veníamos de Querétaro, en donde “milagrosamente”, dicen, me quitaron la sordera que, por negligencia médica, me impidió oír los primeros sonidos de mi vida. Yo tenía dos o tres años. Luego papá se fue y en su lugar llegó la Tía, con mayúscula, con respeto, la Tía Chagui de todos. Con mi mamá, la casa resguardaba a tres mujeres de tres tiempos distintos.