Habitaciones propias


Mirar un espacio que nos pertenece y saber que no es así, que no solamente es así.

Un cuerpo no puede ocupar el mismo espacio que otro, pero dos cuerpos, tres cuerpos, millones de cuerpos… pueden habitar el mismo espacio.

Habitar, habitar un espacio que nos rodea, nos envuelve. A veces es el espacio es el que nos habita a nosotras.

Habitar es estar conectada a esa matriz en la que todas juntas soñamos nuevos y mejores espacios.

Habitar es crear un espacio que siempre se transforma; se crea al mismo tiempo que se destruye. 

Habitar es conjugar ese espacio, a momentos, a tiempos... yo hábito, tú habitas, ellas habitan, nosotras habitamos, ustedes habitan.

Habitar se vuelve lo extraordinario de lo común, de la rutina.

Habitar un espacio, un cuerpo, un corazón, un alma.

Habitar es la implicación de la reciprocidad. Yo te habito, tú me habitas. Habitas mi corazón, mi alma... ¿Te habito?

Habitar es la complicidad del vaivén, vaivén. Retornare.

Habitar es la promesa del círculo. Habito lo que me habita y en ese habitar, nos agenciamos... soy en ese agenciamiento.

Habitar es existir. Existo porque habito. Habitar me permite no ser un fenómeno aislado del mundo.

Habitar es acontecer con el mundo. Ser parte del origen y también del comienzo.

Y cuando a ratos, tú me habitas, el universo nos interviene a ambos. En espasmódicos movimientos nos desgarramos para que otro ser me habite, para que otra alma habite el mundo que habitamos.

Habitar es encontrar un lenguaje que me permita aprehender lo que me habita. 

Habitar es escribir; transformar en grafías aquello que me habita.

Habitar es entrar en consciencia de que soy una mujer que habita un espacio que la habita; un espacio y una mujer, habitadas por las letras.


Paola Licea.

Entradas populares de este blog

Una habitación propia, fin de análisis

Habitación propia